Retorno
Poemas de Arturo Corcuera
Arturo Corcuera
EL POETA Y LAS MÁSCARAS
Con la mirada fija, sin alma y sin cuerpo, cuelgan de la pared:
caras con los párpados cerrados resistiéndose a mirar la vida.
Pintarrajeadas, de ojos como fosas, de pómulos desorbitados:
máscaras de la ira, de noches de carnaval, de infortunio y misterio.
A semejanza del hombre parecen haber sufrido mucho,
expresan odio o serenidad, cocinadas en niebla o fuego.
Rostros decapitados. Emergen de inhóspitos pozos,
abismos y sarcófagos. Han cruzado
mares, escenarios, comparsas, danzas rituales;
¿Quién fue ese hombre da antifaz negro? ¿Nunca lo sabremos?
¿Ese que ríe sin compasión, llora cuando damos la vuelta?
¿El del turbante de ébano? ¿El de las calaveras clavadas en la frente?
¿El de la cara como tambor de guerra? El de enigmático gesto de dolor?
Alguien oscuro y triste se oculta detrás de cada máscara.
Seres tasajeados que vienen inmóviles de mundos desconocidos:
se filtran por las paredes, los desoixida el olvido,
irrumpen de los espejos.
Fuimos jóvenes y bellos, izábamos de cometas nuestros sueños,
pero el tiempo implacable nos fue transformando en máscaras.
PRIMERA INSTANCIA FOTOGRÁFICA DE LA FAMILIA
En fila india.
Ahí está mi madre en la foto con su escalera de hijos como una hermana más.
Esbelta, esdulce, esbella.
Una leve sonrisa la muestra satisfecha y orgullosa de poblar de buenos hijos el planeta.
Somos siete en hilera y nadie hubiera dudado en apostar que seríamos nueve. Ahí está
mi madre, doña Ana María Osores Amoretti, con su traje sastre marrón jaspeado,
dispuesta a desafiar los sinsabores de la crianza en un pueblo de la sierra del Perú,
a dos mil seiscientos metros de altura y de bajos salarios.
De calles empedradas como la vida.
De acequias veloces por donde se escabulle peatona la lluvia.
Con su iglesia y su plaza de toros (toros bravos, los expedientes que libraba mi padre
en su despacho de Juez de Primera Instancia).
Pueblo donde la gente se endulza con huiros y yacones y se arrulla en las fiestas
con las oraciones del patrón San Mateo, santo que fue expulsado de una iglesia de Lima
por haber dejado de hacer Milagros. Los fieles en su cofradía por deberle al santo
carecen de indulgencias.
En la foto aparecemos siete hermanos: María Caridad Corcuera Osores (Maruja),
Oscar Daniel, Ana Teresa (la Ñata), Zoila Elisa (la chula), Carlos Fernando
(el Coco), Nelly Rosinda y yo, Daniel Arturo (el Chisco) sosteniendo una rosa
blanca en la mano, señal de buen augurio. La rosa después se haría Rosi,
una dama castellana que conocería con el tiempo a orillas del Tormes.
Al pequeñín que fui le duró poco el reinado: vendrían casi enseguida, con su pan
bajo el brazo, Ana María y Consuelo Esperanza, el conchito de la familia. Será
consuelo y esperanza en mi vejez, diría mi padre.
Los padres ya no están.
Papá, a quien ya superé en edad, murió de insuficiencia renal, invadido por la urea.
Mamá, de un tumor al páncreas, amarila como bañada el oro.
Y la historia de cada uno de nosotros es muy simple, con hijos y nietos, adeudos y
retribuciones, como la de cualquier familia provinciana, honrada y decente,
respirando sin remedio el humo capital.
EL ARCA VIAJERA DE BOMBAY PALACE
Más que baúl chico es arca de madera.
Me cautiva el olor a sándalo. Paso, gozoso, los dedos sobre el tallado de la tapa
con pagodas y gente de largas batas de seda y anchas mangas.
Pasaje de un lago al atardecer con lotos, remeros alrededor, bambúes, plantas
colgantes o altas hierbas que crecen de árboles podados.
Mi fantasía reconoce al pájaro pihis del que habla Apollinaire. Sólo posee un
ala y tiene que aparejarse para poder volar. (el viaje de luna de miel lo
inventaron los pihis).
Después de una larga travesía, navegando por los espejos llegó el arca al
dormitorio. Y en él guardo mis poemas, hasta que maduren como las frutas.
Publicado por
Arturo Corcuera
Arturo Corcuera