Un día de abril de 1964, desplazándome por los pasillos de la Universidad Austral de Chile, se me acercó un joven delgado, con rostro de niño bueno y cara de soñador, que me abordó. Me dijo que le habían contado que yo escribía poesía y que quería invitarme a una reunión, para el viernes 24 de abril, en la caseta telefónica de la universidad, que funcionaba al lado del antiguo Instituto de Botánica. Acepté.
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Dr Luis Zaror |
07, May