Raul Diaz Burgos
“Cántale al hombre en su dolor, en su miseria y en su sudor y en su motivo de existir. " [1]
Desde siempre ha habido amistad entre artistas y poetas, por que de alguna manera ellos iluminan nuestro trabajo con su fe, abriendo puertas y ventanas en medio de los pasadizos obscuros del que hacer diario que conforman la realidad del hombre. Como dice el escultor Francisco Gazitua “nadie aguanta doce horas de polvareda y esfuerzo, si no es por su poeta metido en el corazón” y así realmente es.
© Raúl Díaz Burgos
Esa conversación diaria con los libros del pasado, con la ciudad y los arboles, esa realidad poética, es la que construye el lenguaje propio del escultor, la que hace tomar las herramientas, caminar, dormir, comer, soñar, amar y odiar como escultor, traduciendo su lenguaje material en algo legible para cualquier ser humano, para así desde la individualidad, comunicarse con todos sus semejantes.
© Raúl Díaz Burgos
Este mensaje debe ser más que exacto, verdadero. La honestidad debe existir tanto en el trabajo material como en el sentido profundo que nos mueve a trabajar, como un manifiesto que escribimos a diario en la madera o el fierro, donde a cada golpe de martillo, cada caricia de la lija fina estamos redactando lo que entendemos por arte y lo que creemos permanente y necesario de contar a nuestros semejantes a través de la materia; es por eso que “hay que ser hombre antes que ser artista” como diría Rodin, es necesario vivir intensamente, alegrarse como pajarito por la mañana y sufrir la obscuridad del niño que tiene hambre que siente el olvido de su país para poder trabajar para ellos como canto de alegría, como grito de angustia.
Nuestra responsabilidad en la sociedad es enorme, darnos cuenta de ella nos puede tomar una vida entera y al menos dos o tres para llevarla a la realidad, es por ello que como artistas no tenemos tiempo que perder. Por eso que están los poetas siendo voz de quienes a penas susurran su existencia, cantándole al hombre en su dolor, su miseria, su sudor, y en su motivo de existir, para que como artistas comprendamos que no solo son importantes las luces que encendemos, si no también las que alguna vez apagamos para guardar la memoria secreta de la luz y podamos encenderla en la madera, como una antorcha hecha con hacha, martillo y cincel.
[1] Cantores que reflexionan, Violeta Parra.