Clemente Riedemann entre dos mundos
El golpe de Estado de 1973 produjo un cambio innegable y, en cierta manera, cortó un desarrollo literario y frustró, valga ahora reconocerlo, una tradición de calidad durante casi veinte años. La antorcha de esa «mejor poesía» ya no corresponde al país transandino y debe buscarse en Perú, Argentina, Colombia o Cuba. Poco son los nombres aportados por la promoción post 73 a la literatura continental. En cierta medida, los aportes más frescos y recientes comienzan aparecer en Santiago tras un largo silencio de tres años. La crítica oficial promueve a poquísimos autores y, aunque la calidad de éstos no puede hoy día ponerse en duda, salvo desde un punto de vista teórico, niega y silencia al mismo tiempo a una interesante generación. Por otro lado, en el extranjero, la poesía chilena del exilio entrega poquísimos frutos y es, por el contrario, la prosa la cual habrá de ser destacada en un plano de mayor creatividad.
Pero en cierta medida el sur continúa en su labor creativa, lejos de la capital y de los mass media, en la presencia de poetas quienes, a 1973, eran apenas principiantes, quienes se Desarrollan y dan a conocer, bajo la aplastante marginalidad impuesta por la dictadura, en el ambiente artístico nacional. Clemente Riedemann y Elicura Chihuilaf son casos principales. Esta labor, al amparo de los departamentos de Castellano o de ciertas facultades humanistas, tanto en Valdivia como Temuco, logra retomar la atención y restablecer el ejercicio del oficio en sus propios lares.
Clemente Riedemann se dió a conocer, a nivel masivo, por sus letras musicalizadas por el dúo Swenke & Nilo en lo más duro de los años 80. Lluvias del sur, aquella letra de «Llueve, llueve sobre Valdivia» se convirtió muy pronto en un clásico de la música nacional e hizo crecer la imagen de este poeta sureño extrañamente alejado de la farándula literaria. Serio, concentrado en su trabajo, dió también Riedemann cuanto creyó necesario en a lucha por recuperar la democracia en Chile. En estos casi treinta años de producción le han bastado cuatro libros de poemas y algunas reediciones para ser considerado entre las voces más significativas de la Generación de los 80.
Ya en Karra Maw’n, su primer libro, entrega una de las claves de lo que será su poesía. Tal como una de las grandes cuestiones en la naturaleza humana, el poeta se cuestiona sobre sus orígenes. Y ese «de dónde vengo» confluirá necesariamente en la cuestión étnica. Las imágenes y simbologías de lo mapuche, por ser hijo de esa tierra, de lo chilena que racial y políticamente lo determina y lo germano de su sangre y apellido se cruzan allí sobre ese territorio. Su escritura, rica figuras literarias, recurre tanto a los símiles más utilizados como al asíndeton o a aliteración; pero toma asimismo elementos de la tradición inmediata como lo son la acumulación caótica y la ensambladura.
Por otro lado, Isla del Rey reúne tres series de poemas en prosa que Riedemann sitúa en su infancia. Si bien no podemos en una primera lectura ubicarlo en la corriente lárica, al menos la mirada antropológica es clara. Profundamente chileno, el autor intenta explicarse, a través de estos retratos de su niñez, el origen de una nacionalidad cruzada por segmentos autóctonos y de inmigración. En l conducta de sus mayores, quienes reflejan el aparato cultural heredado de lo europeo, la reflexión crítica o inquisitiva del infante se convierte en la antítesis destinada a modificar a historia.
El discurso se ubica en el margen. Más allá de lo cultural, el escenario poético parece florecer entre la ciudad y el campo, entre sus márgenes y el río, y también entre lo urbano, considerando como sitio de la tribu señalada y lo salvaje que esta debe modificar y dominar. El texto de la cacería, citado por Floridor Pérez en la contraportada del volumen, es un ejemplo claro de este enfrentamiento. El hijo carga a sus espaldas el producto de la cacería, «con la muerte a cuestas, sin decir nada (...) ¡Oh, no quieras ser pájaro nunca! me decía», entendiendo que el «me» se refiere a sí mismo y no a la voz del cazador, su padre.
Riedemann ha llegado a desarrollar un estilo limpio, fluido, cargado de connotaciones y referencias. Más allá del curioso apelativo de «poeta antropológico» es hoy uno de los autores más significativos, tanto del sur chileno como del país.
Publicado por
Juan Cameron
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