Lars Gustafsson, forma sobre forma
Lars Gustafsson fue sin duda un poeta querido por la juventud del 68, una especie a seguir por sus posiciones; pero sobre todo por su poesía. Sus opiniones políticas posteriores lo bajan de su pedestal y es acusado de reaccionario por sus propios seguidores.
Es difícil afirmar en la Suecia de hoy que se trata de uno de sus mayores poetas vivos. El nombre de Tomas Tranströmer se opone de inmediato en la discusión, aunque ambos siguen líneas paralelas fácilmente comparables y, desde un punto de vista subjetivo, podría decirse que Gustafsson es un poeta de la experiencia y la visión en tnto Tranströmer lo sería, en determinados casos, del intelecto y del espíritu. Sus límites, aún considerando importancia y calidad, son bastante difusos en la actualidad. Comparar uno con otro significa, más que nada, un reconocimiento de banderas frente a la cuestión social; y nada más.
El prólogo a De la imagen en la imagen da buenas indicaciones para comprender la concepción poética del autor. Exposición retrospectiva, como Gustafsson titula al prefacio, antecede la selección antológica publicada por Norstedts en 1992. El volumen reúne inéditos anteriores a su debut literario, fechados a partir de 1950, hasta los aparecidos en Pozos cartesianos, de 1980.
El poeta fecha los comienzos de su escritura alrededor de sus catorce años de edad, en una localidad de veraneo junto al lago Virsbosjön, al norte de Västmanland. Su relación con la imponente naturaleza le identifica como un poeta sueco más en ese comienzo; pero algo del ritmo existente en ella capta en ese entonces el autor. “Nada importante ocurría, absolutamente nada” señala. Solamente la negra corriente del río y el silencio de los movimientos y planos generadores de tal ritmo.
Si fuere necesaria una taxonomía lo calificaríamos de existencialista. Esta relación con el medio queda impregnada con fuerza en su registro y casi toda su obra, en especial la más reciente, está bañada por esa suerte de sentimiento. Se trata a la vez de un poeta urbano en cuya obra el paisaje rural, las boscosas carreteras, se unen a los establecimientos humanos. Y este cruce tiene una importancia fundamenteal en su estado de ánimo, en su mundo. Un ejemplo muy claro de esta relación es su novela Olor a lana, en la cual relata los amores entre un profesor de secundaria y una estudiante, en el medio ambiente provincial entre los pueblos lacustres del Mälaren y la muy noble y antigua ciudad de Uppsala.
En su primera formación el poeta reconoce las enseñanzas maternas: Viktor Rydberg, Tegnér, Stagnelius, Fröding, los poetas latinos. Pero muy luego, a través de la lectura de Bertil Malmberg, inicia su conocimiento de poesía alemana. Trakl y Rilke son allí notorios. En la Biblioteca Municipal de Västerås y en la de su liceo accederá a las primeras fuentes. Malmberg -confiesa- tuvo para él, y en aquella época, una importancia mayor que a de Gunnar Ekelöf.
Gustafsson es un claro representante de la Generación del 50. Sus primeros libros aparecen en la misma época que los de Tranströmer y Lars Fordsell, o los del tempranamente desaparecido Paul Andersson, del grupo Metamorfosis, de quien en forma expresa reconoce influencias.
Con la aparición de sus dos primeros libros la crítica lo identifica con “la nueva sencillez”. En este punto el propio autor reconoce afinidad con la sencillez de la poesía anglosajona, representada entonces por Ted Hughes, como con los alemanes Hans Magnus Enzensberger y Günter Eich y el francés Francis Ponge. Escribe entonces desde una poética que privilegia los niveles semánticos y la intertextualidad, en detrimento de una poesía cosística o referida expresamente a situaciones del mundo exterior. Sin embargo a partir de su siguiente producción, Un viaje al centro de la tierra, la figuración retórica cobra una estrecha relación con la realidad. A partir de ese punto, podría asegurarse, el poeta escribe en base a la experiencia.
Tal vez uno de los puntos más altos en su carrera sea Aclaración sentimental a una dama sefardita, ya de 1970, obra donde el ritmo cobra fuerza a partir de la íntima estructura del verso. Y de allí sus primeros intentos de poemas de largo aliento; cosa por la que, a partir de ese punto, el poeta luchará por mantenerlo siempre.
Todos estos elementos, ritmo y forma, forma y contenido, como la identificación personal entre medio ambiente y escritura, quedan bien asentados en Pozos cartesianos/ sueños cartesianos, y en su antología Ur bild i bild. Una demostración de tal talento es la pieza Balada de la dama bizantina, poema en el que los planos superpuestos de la realidad y el recuerdo aportado por los personajes generan un tercer plano connotado, pero perfectamente legible en esa imagen propuesta nada más que por un sencillo montaje.
La relectura de Gustafsson es tan necesaaria para los jóvenes petas suecos como la de Tranströmer. Sus propuestas teóricas no se oponen más allá del personal estilo y ambos, junto a varios otros de su promoción, enriquecen la poesía sueca actual.
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J.C.