Ximena Rivera y sus delirios
Estaba pensando en el individuo, el hombre, el ciudadano, el solitario en el tráfago urbano, en el condenado a ser en el otro. La voluntad de poderío como filosofía de dominación del medio frente a transgresión del individuo y, en particular, a la subversión sintáctica propuesta por el arte. Entonces vino Ximena Rivera con un manuscrito bajo el brazo, Un libro para un nombre y también para una posición vital y una suerte de respuesta, individual, ante el entorno.
Fantasmas y arquetipos, símbolos y signos traía en estos versos los cuales, con el candor del poeta que ella asume y refiere en lo textual, contribuye eficazmente, como lo habría dicho Aldo Pellegrini, a la confusión general.
La confusión y el caos son imágenes, reflejos más bien, donde los límites se borran; y tal es la visión clarividente de quien escribe para delatar los eufemismos del medio. Este mundo exterior, la ciudad, es en verdad el laberinto. La poesía, escrituración del arte, ubica y ordena el mundo en su justa medida para destruir el Minotauro del poder con el negro hilo que a Teseo entrega Ariadna para medir, con el Verbo, cuanto era caos y mentira.
Se trata de un oficio peligroso; Martín Heidegger lo había ya advertido y Ximena conocía la sentencia: habíamos hecho el recorrido/ del asesino/ del muerto y del expiador, nos dice.
Su voz continúa una línea, no hablo de influencias pues hace rato ya ella tiene un sonido y sentido propios, cercana a la de nuestro Anguita. Ese camino se hizo posible en nuestra actúa y más inmediata tradición, reconozcámoslo de una vez por todas, gracias a la desparrización propuesta por Raúl Zurita hace ya veinte años. Varios son los caminos de la poesía, es cierto, y todos son válidos. Pero unos y otros circulan sobre la gran carretera del continuum ético, porque poesía es verdad, es búsqueda de las más absolutas significaciones del término en el contrato lingüístico. Ximena Rivera tiene plena conciencia de ese oficio.
Un libro para un nombre -la paranomasia queda connotada- niega la maniquea oposición mosaica entre el bien y el mal, entre el hombre y la mujer, entre la tierra y el agua, entre el delirio y el lamento, porque todo es uno y el supuesto dos es la unidad la única posible de existir. Somos un todo, seremos un todo hasta la meta que ella ve, ocasionalmente en este discurso, como una sombra, tiniebla o nube hostil.
En tanto ella asume la tragedia como destino, acusa las condiciones de una existencia propia que es, a la vez, la propia designación de sus días. El poeta, en este caso de urbanidad, escribe desde un cuarto en un universo de muchos cuartos y segmentos donde la soledad la alcanza entre la multitud. Y, a ratos, la soledad sagrada del lar la alcanza en la más mínima sociedad cuando el silencio la transforma en presencia y ausencia a la vez.
Escritura y obra se confunden; al escribir se vive; el poeta se hace a sí mismo, no cabe duda. No juegues con el rayo se le dijo también a Prometeo. Porque la palabra trae verdad y la verdad provoca el sacrificio. Así como la palabra ilumina, el eufemismo oscurece; y éste es oficio del poder. Tal vez sea mejor el olvido; éste, como un señor del valle, se apodera de todo.
Pero el aullido, el delirio, es un arma perpetua. Si al menos no habrá de vencer a su propio destino, porque rujo en ellos/ debido al gemido de mi corazón, advierte, ofrecerá una dura batalla que, tal vez, triunfe ante la oscuridad y la estupidez humanas.
Por desgracia Ximena no repite, en Los delirios o el gesto de responder, esos magníficos primeros textos. Se trata, tal vez, de una literal pérdida; o autodestrucción. Pues se le considera, con seriedad y respeto, una de las mayores autoras de la región. Sus trabajos logran una trascendente emotividad que, según Víctor Rojas Farías, se manejan con Rimbaud y Anguita mezclados en la dosis justa, más los ingredientes personales. El prologuista recuerda La más pobre demostración de amor, aparecida en la Antología de la locura, de Miguel Edwards. Ximena Rivera ha logrado sobrellevar, gracias al apoyo de su hermano Guillermo -también poeta- de su compañero y de sus colegas, un porfiado síndrome esquizoide aparecido durante su adolescencia. Tales son los ingredientes personales.
Su escritura es fluida y referente a la vez. Nos sindica un algo más, no descrito por la palabra, pero presente allí, desdibujado y amenazante: Lo que yo pude ser/ con un dedo lo tracé línea a línea (...) Una línea dentro de otra/ y es extraño y sorprendente/ que yo oliera a tierra/ que es el aroma de todo lo comprensible/ y claro de este mundo.
Resumen de biografía
Ximena Rivera nació en Valparaíso, en 1959. Publica Delirios o el gesto de responder (2001), Una noche sucede en el paisaje (2006), Puente de madera/ 13 poetas jóvenes (recopilación, 2010) y Poemas de agua (2011). Aparece en Libertad 250 Nro.3, SECH, Viña del Mar, en Antología de la locura, de Miguel Edwards (1994) y en Breviario de las poetisas del litoral, de Ennio Moltedo (1996), entre otras recopilaciones. Ximena falleció en Valparaíso el 24 de marzo de 2013, a causa de una septisemia. Meses atrás, en el funeral de su compañero, había dicho: "Chao Pepe. No te vendré a ver; anda tú a verme. Pronto estaremos juntos".
Publicado por
Juan Cameron
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